Hoy en día la gran mayoría de entrenadores desean realizar un juego vistoso, combinado, de "toque" de largas posesiones… muchos quieren “jugar como el Barcelona”. Para ello habría que comprender y manejar multitud de circunstancias.
Ante éste tipo de juego, en el que se sitúan cantidad de jugadores en el ataque, se debe tener un alto dominio de las transiciones. Ya de por sí las transiciones defensa-ataque y ataque-defensa tienen gran relevancia, y en éste caso adquieren aún más importancia. Para que las mencionadas transiciones tengan éxito tendremos que partir de un juego zonal y de algo más que esto, un “pensamiento zonal”.
El trabajo en zona nos aportará una estructura móvil aportándonos ésta un “equilibrio posicional” y como consecuencia un “equilibrio defensivo”. Éste equilibrio defensivo, atendiendo a Amieiro (2007) asegura la “permanente gestión colectiva del espacio y del tiempo del partido”.
Contra la defensa en zona situamos la individual ocupándonos cada uno de determinadas “marcas”, del hombre. Esto no nos permitirá en una transición defensa-ataque, atacar como equipo ya que no se controlarán los espacios y si los jugadores…¿Qué será más importante? A su vez en una pérdida de balón en el ataque (transición ataque-defensa) se provocará un desequilibrio posicional ya que cada jugador ira a su hombre y no a la zona, no favoreciendo esto una adecuada transición. Por tanto no sólo debe haber un equilibrio defensivo sino también se debe dar un equilibrio ofensivo.
La defensa en zona tiene que abarcar los cuatros momentos de juego y debe ser guiada por la estricta preocupación de no perder la ocupación racional del terreno de juego, respondiendo ésta a las necesidades reales del juego.
Ante éste tipo de juego, en el que se sitúan cantidad de jugadores en el ataque, se debe tener un alto dominio de las transiciones. Ya de por sí las transiciones defensa-ataque y ataque-defensa tienen gran relevancia, y en éste caso adquieren aún más importancia. Para que las mencionadas transiciones tengan éxito tendremos que partir de un juego zonal y de algo más que esto, un “pensamiento zonal”.
El trabajo en zona nos aportará una estructura móvil aportándonos ésta un “equilibrio posicional” y como consecuencia un “equilibrio defensivo”. Éste equilibrio defensivo, atendiendo a Amieiro (2007) asegura la “permanente gestión colectiva del espacio y del tiempo del partido”.
Contra la defensa en zona situamos la individual ocupándonos cada uno de determinadas “marcas”, del hombre. Esto no nos permitirá en una transición defensa-ataque, atacar como equipo ya que no se controlarán los espacios y si los jugadores…¿Qué será más importante? A su vez en una pérdida de balón en el ataque (transición ataque-defensa) se provocará un desequilibrio posicional ya que cada jugador ira a su hombre y no a la zona, no favoreciendo esto una adecuada transición. Por tanto no sólo debe haber un equilibrio defensivo sino también se debe dar un equilibrio ofensivo.
La defensa en zona tiene que abarcar los cuatros momentos de juego y debe ser guiada por la estricta preocupación de no perder la ocupación racional del terreno de juego, respondiendo ésta a las necesidades reales del juego.
Contextualización del juego durante el entrenamiento (junio 2010)
El fútbol es un juego enmarcado dentro de un determinado contexto y caracterizado por una gran imprevisibilidad. Ésta imprevisibilidad debe marcar la pauta a seguir en nuestra forma de entrenamiento para así poder crear un “modelo de juego” real.
El deporte del fútbol desde su imprevisibilidad está compuesto de forma general por facetas técnicas, tácticas, físicas y psicológicas. Dichas facetas deben estar enmarcadas dentro de un determinado contexto común ya que todas se dan a la vez durante la competición. Por tanto todas deben de darse de forma simultánea y contextualizada en el entrenamiento basándose en la formación de un “todo”. Partiríamos de aquí expresando que “el todo no es igual a la suma de las partes”, Morín, E. (2001, citado por Tamarit, X. en 2009).
Por tanto entendemos que todas las condiciones se encuentran englobadas y no separadas ni desintegradas. Esto nos llevará a implicar estas condiciones durante el entrenamiento.
¿Desde qué punto se parte y orientamos la contextualización de nuestro entrenamiento entonces?
Partiendo de lo imprevisible tendremos que tener en cuenta el aspecto primordial que se da en toda situación de juego competitiva dentro del fútbol, la táctica. A partir de ésta crearemos nuestro “modelo de juego como guía de todo el proceso” (Tamarit, X. en 2009). Éste “modelo de juego” debe estar en continuo proceso de cambio, crecimiento y “construcción” ya que nuestro juego no es predefinible y mucho menos los instrumentos de juego (los jugadores). Ese modelo de juego debe estar condicionado y abierto a multitud de variantes. Aún así a pesar de ser sensible al cambio siempre debe mantenerse la concepción propia del modelo de juego. Ésta sufrirá variaciones pero sus principios fundamentales seguirán siendo los mismos.
Por tanto para contextualizar nuestro entrenamiento habrá que crear nuestro “modelo de juego” (no sistema de juego). Para ello tendremos que conocer lo que queremos alcanzar durante nuestro “juego” definiendo “una serie de comportamientos (Principios y subprincipios), así como la articulación entre ellos, la cual nos va a permitir tener una identidad de juego” (Tamarit, X. en 2009).
Dichos principios y subprincipios (más específicos) serán procedimientos comunes a seguir por parte del equipo y tendrán que ser dominados ya que serán la base del “modelo de juego “de nuestro equipo. A esto nos aporta Mourinho: “Lo más importante en un equipo es tener un determinado modelo, determinados principios, conocerlos bien, interpretarlos bien, independientemente de ser utilizados éste o aquel jugador”.
Podríamos concluir por tanto que para contextualizar nuestro entrenamiento, debemos partir de la construcción de un modelo de juego basado en principios y subprincipios articulados como comportamientos y que nos permitirán la mayor transferencia de nuestro entrenamiento a la competición, es decir, convivir con nuestro juego durante la semana, para luego salir con él en la competición.
Transfiriendo este mecanismo para el «jugar», percibimos que la intención (previa) de lo que se tiene que hacer en los diversos momentos de juego o sea, los principios de acción son importantes para activar la corteza parietal. Sin embargo, por lo que vimos anteriormente la realidad inconsciente es decisiva para la precisión de las acciones y por tanto, en la forma como estos principios de acción serán realizados.
De este modo el entrenamiento tiene un papel igualmente decisivo en la construcción de esa realidad inconsciente o sea, a través de la adquisición y asimilación de los principios de acción. El entrenamiento específico se preocupa con el desarrollo de este mecanismo creando e interiorizando esos principios de acción para estimular la calidad de precisión con que son realizados.
Sin embargo, no siempre la intención de acción se concretiza en acción porque en el caso de haber alguna divergencia con la intención previa, la acción es inhibida. En el momento en que tomamos consciencia de la acción precisa – de intención en acción- la corteza frontal puede inhibir la acción cuando percibe que ella no se adecua a lo que pretende (por ejemplo, cuando percibimos que es domingo y no precisamos levantarnos). Todavía, la corteza frontal dispone de apenas 200 mseg para hacerlo.
En realidades como en el juego de fútbol, este mecanismo es mucho más importante para inhibir algunas acciones que pueden no ser eficaces por la variabilidad del contexto.
Imaginemos una situación concreta en que el defensa lateral cierra el espacio para impedir la progresión del extremo, colocándose en su dirección. A pesar de esto, este extremo conduce el balón y simula que va por la derecha y va por la izquierda. El defensa lateral tiene como intención cerrar su espacio de progresión y fue regateado o sea, fue inducido que tenia que cerrar en la derecha cuando al final el adversario fue por la izquierda. Así, la corteza frontal crea una intención previa de cerrar más a la derecha y la corteza parietal crea una intención en acción (a través de los mecanismos explicados anteriormente) para hacer más aún, la corteza frontal percibe que esta intención no es la adecuada e impide que esa acción se realice.
Así, la corteza frontal reniega esa intención y el tiempo que le lleva hacer – y percibir – depende de la capacidad de anticiparse. Esto resulta de las vivencias y de la realidad
inconsciente que el entrenamiento promueve porque en las primeras veces en que pasa por estas simulaciones, el jugador va a tener más dificultad en percibir esto y a manera que se entrena en conformidad con esto , cuando se tiene un entrenamiento donde dicha acción se reproduce con regularidad, la misma le permite anticiparse a dicha acción.
En el sentido de aclarar un poco más este mecanismo desarrollamos el siguiente esquema:
1. La corteza frontal crea la intención previa (se inicia entonces el proceso).
2. A partir de esta intención previa se activa la corteza parietal.
3. La corteza parietal activa la corteza motora donde crea « el potencial de preparación motora» a través del cual esboza con precisión la acción a ejecutar, después de unos 200 mseg.
4. Esta representación de acción es enviada para la corteza parietal que adquiere entonces la consciencia – intención en acción- que acontece después de unos 350 mseg del inicio del «potencial de preparación motriz».
5. Con esta interacción entre la corteza motora y el parietal adquirimos la consciencia de intención de acción, pasados aproximadamente 550 mseg. (200 mseg +
350 mseg. = 550 mseg.).
6. A partir de aquí, restan 200 mseg para:
1.) A: Enviar esa intención a las estructuras neuro- musculares para concretar esa intención en conducta.
2.) B: En caso de conflicto, la corteza frontal anula esa intención, que no se concreta.
“Desgraciadamente, hemos seguido el modelo de Descartes que preconizaba la división de la realidad de los problemas. Sin embargo, un todo produce cualidades que no existen en las partes separadas. El todo no es nunca únicamente la adición de las partes. Es algo más”. Edgar Morín. Filósofo francés.
Los sistemas o fenómenos complejos, además de caracterizarse por la interconexión e interacción de sus diferentes partes, así como del todo y las partes, y las partes y el todo, también están compuestos por una amplia gama de incertidumbres y azares, que lo hacen más complejo si cabe.
Por lo tanto podemos determinar que un partido de fútbol es una confrontación entre Sistemas caóticos determinismos con organización fractal.
Nestor Brassat.
Entrenador nacional
R.F.E.F. España.
Entrenador nacional
R.F.E.F. España.